martes, 10 de agosto de 2010

Otro verano, un hombre (EL HOMBRE)

A veces al expresar una idea soy consciente de que la tengo. Al decirte que no quiero sobresalir para no llevarme palos me he dado cuenta de lo que decía. A la vez es difícil porque es un pensamiento muy interiorizado.

Dices que es al revés, que los feos, tontos, esos son los que se llevan palos. Y aunque yo te digo que no, si pasan desapercibidos, noto tu enfado - me pregunto si tú te identificarás con ellos - Te enfadas al preguntarme afirmando si por eso no me arreglo, no me maquillo, no salgo de mi agujero... porque no quiero destacar. Se nota que estás horrorizado.

Y cuando trato de frivolizar no consigo distraerte de la cuestión, como un perro que se aferra a su presa. Vaya, siento que contigo el juego de ser invisible no funciona, no puedo esconderme.

Vuelves después de 5 semanas y por tu forma de hablar pareciera que nuestro vínculo es meramente sexual. Y eso no me gusta, como cuando expresas dudas de si estoy o no contigo…

y después de que te hayas ido tengo la sensación de que has juzgado a mi familia y que me juzgas a mí. Yo trato siempre de no juzgar, aunque en realidad puede que simplemente no exprese mis juicios.

Luego me preguntas si no me pregunto quién quiere más a quién. Y yo no intento pensarlo, porque para mí es suficiente con sentir todo lo que siento por ti. Entonces caigo en la cuenta de que debería necesitar pensar que tú me quieres para sentirme completa. Pero osar que alguien me quiera… y me doy cuenta de que el problema es grave. Por eso me dedico a ti en cuerpo y alma, siento que te intento retener, por eso no exijo nada para mí, por eso me conformo con nada. Y me siento una vendida, como si traicionara unos altos principios sólo para conseguir retenerte a mi lado…