domingo, 22 de febrero de 2009

El otro día, así sin más, me di cuenta de que no me gustaba la dinámica con T. Él siempre anda diciendo que me va a llamar. Entonces cuando no me llamaba yo me sentía abandonada. Y cuando por fin llamaba estaba cabreada. Yo tenía la sensación de que él, compulsivamente, decía que me iba a llamar. Un día llegó a mandarme 3 mns en los cuales aseguraba que hablábamos a la noche. Y no llamó. Y yo me cabreé.
Entonces, al día siguiente, chateando por facebook... lo primero que hace es preguntarme si estoy enfadada.

Y se me enciende la bombilla, y recuerdo...
Hace años salí con un chico, A. Él tenía una historia familiar dura, donde todos habían ido muriendo, como en la canción de los diez perritos. En su día achaqué todo lo marciano de la historia a sus problemas. Pero! el otro día me doy cuenta de que A. siempre, siempre, siempre andaba con miedo de que yo me enfadase. Decía que se iba el fin de semana. Y yo esperaba que diera alguna señal de vida. Estaba fuera de la ciudad, ergo ya avisaría cuando volviera. Y llegaba el Lunes y yo seguía sin saber de él.
Uno de esos Lunes, un amigo me pasó a buscar por el trabajo y fuimos a tomar algo. Y al rato aparece A. en el bar, borracho como un piojo, preguntándome si estaba enfadada y diciendo que le daba mucho miedo (!)

Haciendo un flashforward veo que oh oh, estoy repitiendo toooooda la historia. Y decido cambiar de dinámica.

Recuerdo que cuando salía con A. constantemente buscaba pruebas que indicaran que no me quería. Al más mínimo indicio me rebotaba: si él pasaba de mí, yo pasaba más de él.
Bueno, que básicamente lo puteaba sin cesar.
Esto lo veo ahora, con la distancia, pero en su día me parecía que mi comportamiento era de lo maaaaaás coherente (sí, sí, tal cual).

Y veo que con T. la historia se repite. Todavía no ha llegado a la magnitud de A., al fin y al cabo T. está casi en la otra punta del país y la relación es telefónica. Pero ahí vamos...
Y para cambiar decidí no enfadarme, pero de verdad. No como cuando digo que no con la boca pequeña. Si me apetece llamarlo lo llamo, si en ese momento no puede hablar lo entiendo. Si me pregunta si a la noche hablamos le digo que sí, que lo intentamos...

En unos días vuelve a Barcelona. Por una parte me muero de miedo, pero por otra me niego a pensarlo. Ya se verá.

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